José María es como de otro tiempo y otra latitud, cual esos aborígenes que se descubren en el corazón de una selva, para reconocer en ellos un antiguo saber ajeno al pecado.
En su discreto estar late una desnudez de primitivo misterio. Pero se le podría imaginar más fácilmente en el ático gimnasio departiendo con jóvenes y ancianos, pues esa pasividad de la pureza no le priva de invariable inteligencia, con la espontaneidad de cuando los silogismos se arrancaban, como las primeras uvas en sazón, de los dorados pámpanos.
Su cuerpo, parece depositario de una arcana sensatez, tan alejado de lo rudimentario como de lo decadente. Cuando sonríe oblicuo economiza su picardía, abriendo los labios, por ese desportillado diente, Vive, crece y se ocupa pero no pierde, jamás, la limpidez de lo pagano, lo que le hace
presentarse algo nostálgico, con la escondida tristura de lo que pudiendo ser a sus anchas no encuentra tierra abonada y suficiente.
Pero él habita en mansedumbre perpetua, conforme a su naturaleza intacta, en un rítmico pacto con los deseos del cuerpo y de la mente, con una salud extraña a los raquíticos excesos de sus coetáneos – muchas veces necios, demasiado listos, otras – sin jamás exhorbitarse.
Barbilampiño perenne mantiene el cabello de la pubertad, lo que le asemeja a un joven de Bitinia, que de haber vivido cuando le correspondía hubieran fijado sus modos de Kourós en un mármol veteado de rosa y añil y que el caer del sol tibiase al tacto, igual que la piel que le transpira en la lealtad disponible de sus manos.
Autor: Luis Massoni, 1993
José Mª Fayos, paisajes y visiones del natural.
Desde una distancia focal establecida, tanto el paisaje como los objetos y las figuras pueden llegar a ser asumidos como verdaderos retratos, en los cuales el sentimiento pictórico subjetivo trasciende la pura realidad visual. Esa cualidad es la que lleva a la práctica el pintor José Mª Fayos, un artista todavía joven pero que lleva más de veinte años dedicado al noble y complejo arte de la pintura. Desde la contemporaneidad más rotunda el clasicismo se cuela por todas las tramas de los soportes que utiliza este pintor, ofreciendo visiones y panorámicas que se caracterizan por la búsqueda consciente del encuadre que aporte a la obra el más severo sentido de la belleza.
Formado en los cánones más estrictos de la enseñanza artística académica, en la cual la práctica del dibujo y el análisis de las grandes obras de la historia del arte influyen a la hora de marcar querencias, José Mª Fayos ha sabido imbricar estas características en su producción con un seguro toque íntimo, intrínseco y personal. Asimismo sus pinturas reflejan una potente carga meditativa y transcendente, no por casualidad el artista es licenciado en Filosofía, que se ha conformado positivamente durante largas sesiones de trabajo tanto en el estudio como frente al natural. Siendo un artista clásico, instruido en taller del pintor Luis Massoni, al mismo tiempo su propia actitud vital le permite estar al día en todas las manifestaciones culturales de la actualidad, del cómic al cine, del teatro al arte más radical, de la literatura a la música o el deporte.
José Mª Fayos es ante todo un pintor viajero, pero su actitud ante el viaje encarna la de aquellos artistas que tanto abundaron durante largo el siglo XIX y que instruyeron el moderno concepto del grand tour. Curioso e intrépido y al mismo tiempo respetuoso con la carga natural, histórica y patrimonial del territorio por conocer, atraviesa los horizontes ajenos para hacerlos suyos y volverlos a ofrecer. En sus panorámicas de ciudades, jardines, y paisajes escapa deliberadamente de la visión impuesta por el fenómeno del turismo y masas, buscando primordialmente originales puntos de fuga – por no pulsados- que se transforman en auténtico recreo para la vista. Así pues, al igual que hicieran artistas como Turner, Corot, o Rusiñol, ha visitado y trabajado en distintos países como Italia, Austria, Inglaterra o Egipto, pintando además en casi todas las regiones de España.
Los monumentos, los jardines, las estatuas o el paisaje quedan fijados en reducidas obras que atrapan también el momento atmosférico y climático, mostrando la cambiante y a la vez caprichosa voluptuosidad de la naturaleza. En sus coloristas panorámicas urbanas, deudoras hasta cierto punto de la pintura más feliz de Ramón Gaya, Fayos interpreta simultáneamente la emoción del instante y la percepción del tiempo detenido. De ese modo ha creado una lírica dialéctica del urbanismo y de su entorno; y de manera especial ha sabido analizar hermosos rincones de ciudades como Venecia, París, Valencia, Palma de Mallorca o Madrid. De esta última capital ha recreado, entre otros motivos, la clara luminosidad de su cielo, la apacible belleza de El Retiro, la magnificencia de sus fuentes y estatuas históricas o la solidez de su imponente arquitectura.
De igual manera el pintor ha seguido la estela de los grandes artistas del pasado en su obra de interior, realizando arriesgadas relecturas de escenas mitológicas y bíblicas, bodegones en la más pura tradición pictórica española y refinados motivos de figura. Entre estos últimos destacan sus elegantes retratos contemporáneos y sus desnudos de dibujos femeninos, en los que el cuerpo se presenta siempre como contenedor de la personalidad y el espíritu del modelo. José Mª Fayos absorbe con sus pinceles el ideal de la belleza de las cosas del mundo, buscando vocacional e intencionalmente ese misterioso deseo de comprenderlo y plasmarlo a través de la pintura.
Texto por: Armando Pilato.